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Trucos y herramientas para quienes buscan la verdad
Las mentiras y los bulos se extienden como la pólvora en la era de las redes sociales. ¿Cómo pueden evitar los periodistas (y los lectores) caer en el engaño? Alastair Reid comparte sus consejos
03 May 18
Social media apps on phone, Jason Howie/Flickr

Some of the most popular social media apps. The UK government is deliberating whether to regulate them. Credit: Jason Howie/Flickr

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Apps de redes sociales en un smartphone, Jason Howie/Flickr

Apps de redes sociales en un smartphone, Jason Howie/Flickr

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Un truculento vídeo circuló extensamente por internet en 2012. En él salían dos hombres aterrorizados, con el pecho descubierto, sentados contra un muro de ladrillo rojo mientras una figura vestida de militar se alzaba sobre ellos, poniendo en marcha una motosierra. Desde fuera del encuadre, alguien vociferaba órdenes en árabe. Los hombres eran brutalmente asesinados.

El vídeo lo publicaron las fuerzas contrarias al gobierno de Siria como prueba de los crímenes de guerra cometidos por el régimen de Assad. Pero no era lo que parecía. El vídeo se había originado cinco años atrás, en México, donde los cárteles de drogas llevan mucho tiempo ejecutando violentamente a sus oponentes. En un golpe de astucia, alguien dobló el sonido para que sirviese de propaganda, y muchos se lo tragaron.

Las noticias inventadas no solo provienen de «lobos solitarios» que se dedican a extender bulos por internet. Gobiernos como el mexicano o el turco y otras organizaciones políticas se están aficionando a utilizar las redes sociales para manipular y extender información falsa. Siempre se ha esperado de los periodistas que utilicen sus habilidades detectivescas para encontrar la fuente del material. Pero con el potencial de las denuncias online de influir en el contenido informativo de todas partes del mundo —mucho más rápido que las noticias impresas—, las probabilidades de que circulen falsedades como si fueran hechos son más altas que nunca. Afortunadamente, la tecnología también nos ha dotado de un nuevo surtido de herramientas que pueden ayudarnos a discernir si quienes cuentan la historia también dicen la verdad.

La verificación online sigue los mismos principios básicos afianzados durante décadas de prensa escrita: sospecha de todo, siempre ten más de una fuente para cada declaración e identifica el quién, qué, dónde, cuándo, cómo y por qué. Cada vez es más frecuente que personas de a pie, interesadas en analizar a fondo una noticia antes de creérsela, perfeccionen este tipo de técnicas.

La forma más habitual de desinformación digital es la reutilización de imágenes antiguas en el contexto de una noticia nueva. A muchas de las noticias de más calado las suelen acompañar imágenes recicladas. Ha pasado durante la guerra de Siria con inquietante frecuencia, pero también fue evidente durante los atentados de París de noviembre de 2015, el secuestro de Bamako en Mali, una semana después, y el terremoto de Nepal del pasado abril. (¿Recordáis la foto de los dos pequeños abrazados que estuvo circulando después del terremoto? La sacaron en Vietnam en 2007.)

El modo más rápido de comprobar el trasfondo de una foto en internet es hacer una búsqueda invertida de la imagen (esto es, una búsqueda generada a partir de una imagen en lugar de con palabras). Google tiene archivados cientos de miles de millones de imágenes, y cualquiera puede subir un archivo de imagen o pegar la URL de una foto en su barra de búsqueda para contrastarla con las coincidencias de la base de datos. Se puede echar una red aún más amplia con un plug-in de Google Chrome llamado RevEye, que comprueba las bases de datos de Google, Tiny Eye, Bing, la compañía web rusa Yandex y el  buscador chino Baidu. Si hubieran utilizado estas sencillas herramientas, muchas entidades informativas se habrían evitado el bochorno de publicar imágenes antiguas como si fueran nuevas.

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El decálogo del periodista para la verificación de los hechos

 

En un mundo rebosante de novedosos trucos digitales, los periodistas no deberían olvidarse de las técnicas tradicionales de verificación, afirma un ex editor de prensa

PETER SANDS

 

¿Puedes demostrarlo? Esas son probablemente las palabras que más pronuncié durante mis años como editor de un diario. Había reporteros entusiastas que siempre venían con la libreta llena de rumores: un miembro del parlamento ha dejado a su mujer, han suspendido al jefe de policía… Luego los lanzaban en la reunión diaria de la redacción. Entonces yo, exagerando el tono de desencanto, hacía la pregunta clave: «¿Puedes demostrarlo?» Nunca volvía a oír ni la mitad de aquellas historias.

Contábamos con la ventaja de que, si nos llegaba una pista a mediodía, teníamos nueve horas para encontrar el modo de demostrarla. Si no habíamos conseguido pruebas irrefutables para entonces, a veces nos dábamos otras 24 horas. En el mundo digital de hoy, hay mucha presión por apretar el botón en cuanto cualquier historia sin solidez alguna se pasea por nuestra cronología de Twitter. Y la prisa por publicar se traduce en historias verdes, fotos anticuadas y errores fácticos en webs que ya se lo tendrían que saber. La ironía es que verificar datos nunca ha sido tan fácil. Mi equipo solía ir todos los días a nuestra biblioteca a consultar Dod’s Parliamentary Companion (el libro anual con las biografías y datos de contacto de los miembros del parlamento), Bartholomew’s Gazetteer  (referencia vital para datos topográficos) y nuestros propios recortes. Ahora se puede comprobar casi todo en internet. ¿Por qué no lo hacemos? Como muestra Spotlight, la oscarizada película de Hollywood sobre el periodismo de investigación, buscar las fuentes, comprobar y volver a comprobar es la base para descubrir si puede demostrarse una noticia. En un mundo de noticias las 24 horas y todo digital, no deberíamos olvidar las técnicas de toda la vida. A saber:

 

1 Sospecha de todo. No te fíes de nada. Comprueba si hay intereses velados. No confíes en nadie, ni siquiera en un buen contacto.

 

2 Tu labor es confirmar cosas. Si no puedes, vuelve a intentarlo. Si te resulta imposible, no lo publiques.

 

3 Siempre acude a las fuentes principales. Pregúntale al jefe de policía si lo han suspendido. Pregúntale al director de autoridad. Si no quieren hablar, encuentra a los miembros del comité: a todos. Cuando asesinaron a mi vecino, el periódico local lo sacó en primera plana y estaban tres cosas mal. Nadie del periódico había llamado a la familia (ni a mí, ya puestos). Nadie se había molestado en hacer el esfuerzo. Una vergüenza.

 

4 Cumple la regla de las dos fuentes. Verifica todo a través de dos fuentes fiables como mínimo. Al poder ser, que conste en acta.

 

5 Sírvete de expertos. Hay universidades, académicos, especialistas que pueden avisar si falta credibilidad. Además, los expertos conocen a otros expertos.

 

6 Todas las historias dejan un rastro de papel. Siguen existiendo archivos (prueba con LexisNexis), documentos judiciales, Company House, Tracesmart. ¿Alguien ha cometido el mismo error en el pasado?

 

7 Pregúntate a ti mismo las cuestiones clave. ¿Qué más puedo mirar? ¿Con quién más puedo hablar? ¿Está equilibrado? ¿Escribí primero el titular y forcé el cuerpo de la noticia para que encajase?

 

8 Asegúrate de que los lectores entienden qué es opinión y qué es un hecho constatado. Y esto incluye el titular.

 

9 Preocúpate por las pequeñeces. Fechas, ortografía, nombres, cifras, estadísticas. No te olvides de quién, qué, dónde, cuándo, cómo y por qué.

 

10 Evalúa los riesgos. Hay veces en las que, pese al riguroso proceso de comprobarlo todo, una noticia puede quedarse al 99%. Si el instinto y el interés público te dictan que publiques, pásaselo al editor o editora. Para eso le pagan. Y, si has seguido las otras nueve reglas religiosamente, con suerte no tendrá que hacerte la pregunta clave.

 

Peter Sands es exdirector del diario británico Northern Echo y dirige la consultoría de comunicación Sands Media Services

 

Traducción de Arrate Hidalgo

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El proceso se complica en el caso de los vídeos, ya que contrastar cada fotograma de un vídeo con cada uno de los fotogramas de todos los vídeos de una base de datos requiere los niveles de cálculo numérico de un superordenador. Una alternativa es coger la imagen del thumbnail y utilizarla en una búsqueda de imágenes invertida: puede que así salgan otros vídeos que contengan la misma imagen. Si no, otro método que puede dar resultados es buscar las palabras clave asociadas a tu vídeo en plataformas de contenido audiovisual.

Así pues, con paciencia y las herramientas adecuadas, por lo general no es imposible decidir si una imagen o vídeo, nuevos en apariencia, son reciclados. Lo que ya es más difícil es determinar si las imágenes que son nuevas muestran realmente lo que dicen mostrar. Por supuesto, dar con la persona que subió la imagen y hablar con ella directamente es la forma más segura de obtener la información correcta; lo ideal es que te envíen el archivo original.

Si lo anterior falla, merece la pena recordar que todas las cámaras digitales incluyen metadatos en sus archivos fotográficos, entre los que se incluyen las coordenadas GPS, la hora en la que se sacó la imagen y el tipo de cámara utilizado; todas ellas, pistas vitales en nuestra investigación. A menudo estos detalles se pueden ver subiendo la imagen a una página gratuita como Keffrey’s Exif Viewer (Exif, que significa exchangeable image file format, es el nombre técnico de estos metadatos). Por desgracia, los vídeos no incluyen ningún dato de este tipo, y las redes sociales eliminan los metadatos por completo, de modo que una imagen que haya pasado por Facebook, Twitter y demás ofrecerá poca información. En estos casos, harán falta técnicas más creativas.

Pese a que consume mucho tiempo, buscar las correspondencias entre las ubicaciones de vídeos e informes y las imágenes por satélite facilita a menudo las pruebas de ubicación más claras de todas. Una noticia reciente lo ilustra claramente: las fuerzas rusas empezaron a bombardear zonas de Siria a finales de septiembre, después de que el presidente Bashar Assad solicitase formalmente su asistencia en su enfrentamiento con grupos rebeldes y yihadistas. Poco después, el ministro de defensa ruso comenzó a publicar vídeos de los bombardeos (capturados por los bombarderos cuando arrojaban su carga) en su canal de YouTube.

Según el gobierno ruso, los ataques aéreos alcanzaban objetivos pertenecientes al Estado Islámico. Pero al recibir informes desde el terreno de que la mayoría de los bombardeos tenían como objetivo grupos no involucrados con el EI, varios voluntarios y periodistas de la página de código abierto Bellingcat decidieron investigar. Tras comparar los vídeos del ministerio con las imágenes por satélite de los lugares que afirmaban mostrar, descubrieron que solo podían confirmar el 25% de los ataques que decían haber alcanzado el lugar supuesto, y que la mayoría de los objetivos ni siquiera eran posiciones del EI. El resto había alcanzado territorios controlados por otros grupos, respondiendo a la petición de Assad de apoyo militar en el país.

Sin embargo, la mayoría de las fotos tomadas por testigos se hacen a la altura del suelo, así que los servicios «Street view» de mapas web como los de Google o Yandex juegan un papel vital en la verificación de imágenes. Gracias a la identificación de señales y referencias en una foto o un vídeo, muchas organizaciones informativas han podido reducir la lista de ubicaciones posibles hasta lograr una coincidencia. Es crucial contar con informes e imágenes que lo corroboren, para lo que vienen bien herramientas como Yomapic, que muestra fotos con etiquetas geográficas sacadas de webs de redes sociales en ubicaciones de todo el mundo.

Determinar que una foto o un vídeo se tomó en el momento que asegura la fuente es otro problema, pero uno que que las nuevas tecnologías digitales también pueden ayudar a solventar. Los mejores indicadores temporales los suministra la propia naturaleza: el tiempo atmosférico y el ángulo del sol. Muchos sostienen que el vuelo MH17 fue derribado en julio de 2014 por un misil Buk ruso. Fuentes online han facilitado fotos y vídeos de un Buk, asegurando que las habían sacado en la ciudad ucraniana de Zuhres, a unos 30 kilómetros del lugar donde se estrelló el avión ese mismo día. Los mapas y las referencias visuales demuestran que el vídeo es de Zuhres, ¿pero cómo se puede demostrar de cuándo es?

La web Wolfram Alpha guarda, entre otras muchas cosas, datos históricos del tiempo meteorológico de todas las ubicaciones del mundo. Bellingcat investigó los datos correspondientes a Zuhres en el momento del accidente: coincidía con las condiciones meteorológicas de las fotos. Luego acudieron a Suncalc, una herramienta online que muestra el ángulo del sol —y, por lo tanto, las sombras— de cualquier ubicación del mundo en cualquier momento. Una vez más, los datos se correspondían con las imágenes. Aunque no se trata de pruebas irrefutables, Bellingcat reconstruyó los hechos con la garantía suficiente para alegar que había un lanzador de misiles Buk en ese momento y lugar concreto.

La proliferación de los smartphones, las redes sociales y la conectividad online han producido nuevos recursos de gran potencia para verificar datos. También ofrecen una amplitud sin precedentes a la expansión de las mentiras y la propaganda. A medida que las posibilidades de desinformación se multiplican, es más importante que nunca que los periodistas, así como el público en general, den buen uso a sus habilidades analíticas y de verificación antes de fiarse de las noticias que les cuentan.

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Alastair Reid es editor jefe de First Draft, una coalición de organizaciones que trabajan con redes sociales y periodismo, y se especializa en la recopilación y verificación de noticias online. Para más información, visita firstdraftnews.com

This article originally appeared in the spring 2016 issue of Index on Censorship magazine

Traducción de Arrate Hidalgo

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With: Dame Janet Suzman; Kaya Genc; Roberto Alvim[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=”1/3″][vc_single_image image=”80568″ img_size=”medium” alignment=”center” onclick=”custom_link” link=”https://www.indexoncensorship.org/2016/02/staging-shakespearean-dissent/”][/vc_column][vc_column width=”1/3″ css=”.vc_custom_1481888488328{padding-bottom: 50px !important;}”][vc_custom_heading text=”Subscribe” font_container=”tag:p|font_size:24|text_align:left” link=”url:https%3A%2F%2Fwww.indexoncensorship.org%2Fsubscribe%2F|||”][vc_column_text]In print, online. In your mailbox, on your iPad.

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By Alastair Reed

Alastair Reid is managing editor of First Draft, a coalition of organisations working with social media and journalism, and specialising in online news gathering and verification. Find out more at firstdraftnews.com

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