[vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=”«Me doy cuenta de que fue la mejor decisión de mi vida, porque de lo contrario ahora mismo estaría en la cárcel, como mis colegas».”][vc_single_image image=”101086″ img_size=”full” add_caption=”yes”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
Poco después de que la policía turca antidisturbios irrumpiera en la redacción de Zaman Media Group en marzo de 2016, Sevgi Akarçeşme se dio cuenta de que solo tenía dos opciones.
Akarçeşme, editora jefe de Today’s Zaman, el principal diario en lengua inglesa del país, podía convertirse en periodista favorable al Gobierno y pasarse los días publicando artículos que alabaran al régimen cada vez más autoritario del presidente Recep Tayyip Erdogan.
O podía huir del país y tratar de denunciar la situación desde el exilio. En menos de 48 horas, Akarçeşme embarcaba en un avión a Bruselas para librarse de un encarcelamiento inminente.
«No quería convertirme en una periodista progobierno y perder mi integridad», dice en una entrevista con Global Journalist. «Todo lo demás lo perdí, pero mi integridad, no».
La toma por parte del Gobierno de Zaman Group, una compañía de comunicación favorable a Hizmet —movimiento de oposición liderado por el clérigo exiliado Fetullah Gülen—, presagiaba la dura ofensiva de gran alcance contra los medios de comunicación y la sociedad civil, entre otros, que siguió al golpe fallido contra Erdogan dos meses después. En 2016, Turquía detuvo a más de 140 periodistas y cientos más perdieron sus empleos, según un informe sobre derechos humanos del Departamento de Estado de EE. UU. Hubo casi 4.000 personas acusadas de insultar al presidente, al Primer Ministro o a las instituciones del Estado. Según el Comité por la Protección de los Periodistas, Turquía tenía 73 periodistas en prisión en diciembre de 2017: más que cualquier otro país en el mundo.
De hecho, Akarçeşme no había abandonado aún el país y la administración de Erdogan ya había convertido la edición turca de Zaman en un altavoz progobierno.
Ya antes de la redada en la oficina de Zaman, Akarçeşme se había enfrentado a presiones legales por parte del Gobierno. A principios de 2015 la llevaron a juicio por «insultar» al entonces Primer Ministro, Ahmet Davutoğlu, en un tuit en el que lo acusaba de encubrir un escándalo de corrupción que involucraba a familiares de altos cargos.
Pero no fue hasta la clausura de Zaman en 2016 cuando quedó claro que el Gobierno de Erdogan no iba a tolerar más medios independientes. Incluso después de que Akarçeşme se marchase a Bélgica, el gobierno turco continuó tomando medidas punitivas contra ella: allanaron su apartamento de Estambul y le anularon el pasaporte. Akarçeşme, ahora de 39 años de edad, pasó más de un año en Bélgica antes de llegar a EE. UU. en mayo de 2017.
Ahora vive en Estados Unidos, donde trabaja como periodista independiente y está buscando un trabajo a tiempo completo. Habló con Lily Cusack, de Global Journalist, sobre su exilio.
Global Journalist: ¿Por qué decidiste marcharte de Turquía?
Akarçeşme: Como podrás imaginar, es una larga historia, porque Turquía no se convirtió en una dictadura de la noche a la mañana. Así que, como todo, fue un proceso. Un proceso rápido, pero un proceso igualmente.
Fue el 6 de marzo de 2016 [cuando] abandoné Estambul de improviso. Dos días antes de mi marcha, el gobierno de Erdogan nos confiscó el periódico acusándonos de cosas ridículas, por supuesto, como terrorismo y apoyo al terrorismo. Y yo, al ser la líder ejecutiva del diario en inglés, Today’s Zamam, sabía que era cuestión de tiempo que me persiguieran también.
Cuatro meses antes, en diciembre de 2015, me condenaron a prisión con suspensión de la pena por mis tuits. De hecho, ni siquiera fueron mis propios tuits. Fue por unos comentarios que pusieron debajo de mi tuit. El Primer Ministro de entonces me puso una demanda y a mí me cayó prisión con suspensión de la pena.
Así que ya había opresión, y sabía que Turquía nunca ha tenido una trayectoria de la que enorgullecerse en lo que a libertad de prensa se refiere. Pero cada vez iba a peor, y el Gobierno se centró principalmente en nuestro grupo mediático. Era casi evidente que sería cuestión de tiempo.
Fue una decisión difícil, dejar tu país con solo dos maletas… de repente, sin notificárselo a nadie, porque entonces igual te detenían en la frontera. Hay muchísima gente que tiene prohibido viajar al extranjero. Así que estaba nerviosa por si me impedían viajar, pero, por suerte, pude irme. Echando la vista atrás, me doy cuenta de que fue la mejor decisión de mi vida, porque de lo contrario ahora mismo estaría en la cárcel, como mis colegas.
GJ: ¿Recibiste amenazas a título personal?
A: Por redes sociales, sí. Igual que mis colegas, dejé de tuitear en turco. Ahora solo tuiteo en inglés de vez en cuando. Cualquier crítico te puede hablar del ejército de trolls que se dedica a identificar y acosar a gente.
GJ: ¿Cómo llegaste a la conclusión de que tenías que marcharte?
A: Fue una decisión súbita. En los dos días desde el asalto de la policía [4 de marzo de 2016] hasta que me marché, solo hablé con [Abdulhamit Bilici], editor jefe del grupo mediático al completo. A él también lo habían despedido, y también corría peligro. Pero no quería irse inmediatamente. Él creía que tenía que quedarse para apoyar a la gente que estaba en puestos de menos experiencia. Pero yo pensé que, en caso de arresto, no podría soportar las condiciones de las prisiones turcas. Así que me dije que tenía que marcharme.
Me puse bastante nerviosa en el aeropuerto, porque no sabía si me habían anulado el pasaporte. Fue un momento memorable. Solo recuerdo pasar aduanas y la revisión de pasaportes y sentirme extremadamente nerviosa. Fue gracioso, porque soy una simple periodista. Sabía que no había hecho nada malo, pero también que eso no bastaba para librarme de una posible persecución o de que evitaran mi marcha. Fue un alivio [cuando] aterrizamos en Bruselas.
En julio, cuando me fui de Bruselas y estaba de camino a EE. UU., me sacaron del avión porque me dijeron que mi pasaporte no era válido. Así que al final sí que ocurrió, pero por suerte fue después de irme de Turquía.
GJ: ¿Qué sentiste al tener que abandonar Turquía tan de repente?
A: Era una sensación terriblemente inquietante. En cierto modo cortas vínculos con tu propio país. El día que decidí marcharme, ya sentía que Turquía era un caso perdido y que allí no había futuro para mí.
Estos últimos dos años me he sentido extremadamente desilusionada [con] mi tierra natal y mi sociedad, porque [la gente] en su mayoría ha callado frente a la opresión. Incluso están a favor de Erdogan.
Así que siento que ya no es mi casa, aunque aún tenga seres queridos [allí]. Mi corazón y mis pensamientos están con todos estos prisioneros, especialmente las víctimas de purgas, decenas de miles de personas, no solo periodistas, personas de toda clase y condición.
GJ: ¿Albergas alguna esperanza de volver?
A: No tengo esperanzas. No va a mejorar. Cada día el Gobierno se hace con más y más medios de difusión. Ya no hay medios libres… Salvo por un par de [canales] de televisión web y los periódicos en el exilio, no queda ningún medio con alcance para el periodismo independiente. El discurso está totalmente controlado por el Gobierno. Así que, por desgracia, soy muy pesimista. No le veo ninguna salida a corto plazo.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]