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[vc_row][vc_column][vc_single_image image=”97256″ img_size=”full” add_caption=”yes”][vc_custom_heading text=”A menudo los corresponsales en el extranjero tienen que ayudarse de guías (fixers en inglés), para informar desde países asolados por la guerra. Sin embargo, como revela Caroline Lees, estos pueden terminar en el punto de mira por espionaje si sus nombres se hacen conocidos en la zona.”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
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[vc_row][vc_column][vc_single_image image=”97068″ img_size=”full” add_caption=”yes”][vc_custom_heading text=”Mantener un verdadero anonimato en internet no es nada fácil cuando podrías tener rastreadores de anuncios o del gobierno intentando leer cada letra que tecleas. Mark Frary echa un vistazo a algunas de las tácticas que puedes utilizar para mantenerte seguro o incluso invisible mientras navegas.”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Mark Frary es periodista y coautor de You Call This The Future?: The Greatest Inventions Sci-Fi Imagined and Science Promised (Chicago Review Press, 2008).
Este artículo fue publicado en la revista Index on Censorship en otoño de 2017.
Traducción de Arrate Hidalgo.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]
[vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=”Previo a publicación de un nuevo informe sobre las amenazas a los medios de comunicación en el país, Rhodri Davies habla con los sirios que crearon su propia emisora de radio.
“][vc_single_image image=”22592″ img_size=”full” add_caption=”yes”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]«Compramos unos trapos muy gruesos para fabricar una especie de insonorización; así nuestras voces no se oirían desde fuera y el sonido de las bombas no entraría al apartamento», cuenta el periodista Dima Kalayi, describiendo cómo un grupo de personas unió sus fuerzas en un piso diminuto y comenzó a realizar programas para una emisora independiente siria. El piso de Damasco fue el primer lugar en el que pudieron reunir a gran parte del equipo de la nueva emisora.
«Queríamos que SouriaLi fuera un ejemplo de cómo nos gustaría que [fuera] Siria en el futuro», dice Caroline Ayub, una de los cuatro cofundadores de la emisora, que ayudó a montarlo todo desde el exilio. Ayub explica que querían mostrar la identidad diversa de Siria, al mismo tiempo que recordaban también la cultura que todos tienen en común. Por otro lado, les daba la sensación de que se recurría demasiado a los medios internacionales para informarse sobre su propio país.
«Para nosotros, el objetivo principal de la revolución era expresar la propia voz e identidad. Y para ello es esencial hacer que esa voz continúe», añade Ayub, que huyó a Marsella tras haber estado presa durante un mes en 2012 por distribuir huevos de Pascua con citas sacadas de la Biblia, junto a otras del Corán (las autoridades la acusaron de terrorismo).
SouriaLi, que puede traducirse como «Siria es mía», transmite las 24 horas y cuenta con podcasts, contenido visual y una app. Sin embargo, no compite contra los programas de noticias duras a tiempo real. La intención de la emisora es reflejar los problemas que sufre el país por medio de debates y tertulias —interactuando en vivo con el público por WhatsApp y Skype regularmente—, así como radionovelas y cuentacuentos.
Lo suyo es verdadera vocación. El informe del Comité para la Protección de los Periodistas, cuya publicación está prevista para noviembre, hará mención a la creciente gravedad de la situación de los periodistas sirios y espera que el país pase de estar en tercer lugar a ser la segunda nación más peligrosa en su índice global.
SouriaLi se vale de periodistas para recabar información, que luego contrasta con otras fuentes. Al contar con miembros provenientes de una amplia área geográfica dentro del país —aunque la mayoría viven ahora en el exilio—, su red de contactos en Siria es “extensa”, según Iyad Kalas, otro cofundador y director de programación. Explica que siempre examinan la procedencia de las fuentes y el modo en el que se ha obtenido la información para poder establecer su nivel de credibilidad.
Su serie semanal titulada Yadayel(“Trenzas”) cuenta historias de mujeres, como el trato que reciben en puestos de control, la experiencia de vivir en Raqa bajo el control del EI o cómo es trabajar en un hospital.
«Es muy importante para nosotras, porque así estás dándoles voz [a] las mujeres. La mayoría de estas mujeres provienen de una sociedad muy oprimida y conservadora», explica Ayub.
Llegó a haber 11 personas de la emisora en Siria, más las que trabajaban desde fuera. Hoy, sin embargo, solo queda un miembro del equipo en el país: muchos de ellos acabaron en la cárcel antes de marcharse de Siria, algunos por oponerse al gobierno y otros por enviar ayuda. La mayoría de los que no fueron arrestados, como Kalayi, que vive en Berlín desde 2013, abandonaron el país. Ayub describe SouriaLi como «un medio exiliado porque, por el momento, estamos en el exilio».
El equipo ahora suma 27 miembros, voluntarios incluidos, que trabajan desde 14 países distintos de Oriente Medio, Europa y Norteamérica.
La labor de reafirmar la diversidad de Siria supone facilitar el acceso a las ondas a todas las voces del grupo, ya sean kurdas, suníes, chiíes, alauíes, armenias, cristianas o de otro tipo. Kalayi produjo una serie titulada Fatush, en la que tomaba recetas típicas de las diferentes regiones y grupos de Siria y hablaba sobre identidad étnica y problemas a menudo ignorados, mano a mano con la gastronomía.
SouriaLi trata de incluir una variedad de perspectivas, aunque las figuras prorrégimen raras veces aceptan la invitación. Pese a todo, la emisora ofrece la oportunidad de expresarse a todos los puntos de vista. «Creemos firmemente que los medios de comunicación, como una emisora de radio, una plataforma, deberían ser para todos los sirios», afirma Ayub.
Sus emisiones atraen a un público numeroso: tienen más de 450.000 seguidores en Facebook. La emisora solía emitir en FM en 12 zonas de Siria, en las que compañeros locales se encargaban de la transmisión. Sin embargo, el régimen de Assad siempre prohibía la emisión en las regiones que caían bajo su dominio, y diferentes grupos de combate de la oposición, como Yabhat al Nusra (entonces vinculado con Al Qaeda, hoy rebautizado como Yabhat Fateh al Sham), han tratado de controlar el contenido de SouriaLi. Exigían, por ejemplo, que dejasen de emitir ciertos programas y música, como el contenido kurdo, o los obligaban a emitir el Corán. La emisora también recibió amenazas del Estado Islámico.
SouriaLi se negó a recibir órdenes del gobierno o de sus oponentes, y puso fin a su transmisión en FM a mediados de 2016. «Así que decidimos dejarlo», relata Ayub. «Dijimos: “Siria ya no es [solo] Siria de la frontera adentro. Siria es todos los sirios de cualquier lugar.” Tenemos millones de sirios fuera, en Europa. Todos necesitan la esperanza, la información que estamos emitiendo, así que recalibramos nuestro centro atención».
La emisora de radio pasó a ser solo en línea. Su página web está disponible para la población siria, tanto en los lugares donde no hay censura como a través de VPN. También hay una versión pensada para evitar la censura que solo incluye la emisión de radio en directo.
Kalas, que abandonó Siria por Francia en 2012, cuenta que ahora la emisora podría pasar a estar solo en internet, pues «Siria es un país virtual» con oyentes repartidos por todos los puntos del globo. SouriaLi calcula que alrededor del 40% de su audiencia online está ubicada en Siria, otro 40% lo forma su diáspora y otro 18% son oyentes de habla árabe, principalmente de Irak y Egipto.
Mantener la moral alta es uno de los mayores retos a los que se enfrenta el equipo, según Kalas y Ayub. «Antes de 2011 no había realmente “medios” o “periodismo” en Siria», apunta Kalayi. Ahora, se siente optimista. «Tengo libertad para elegir los temas, cómo tratarlos, cómo presentarlos. Y esto es algo muy importante para mí como persona y como periodista». Y cuando las condiciones lo permitan, quiere volver a Siria y seguir haciendo eso mismo.
Ayub añade: «Yo creo que a un país [como] Siria le hacen falta miles y miles de proyectos de comunicación, muchas plataformas para que la gente se exprese, para debatir. Porque, sin debate, sin libertad de expresión, nunca existirá un país libre. Y esto, por supuesto, es aplicable a Siria también».
Rhodri Davieses periodista independiente. Ha escrito reportajes desde Catar, Egipto, Irak y Yemen.
Este artículo fue publicado en la revista Index on Censorship en otoño de 2017.
Traducción de Arrate Hidalgo.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]
[vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=”«Me doy cuenta de que fue la mejor decisión de mi vida, porque de lo contrario ahora mismo estaría en la cárcel, como mis colegas».”][vc_single_image image=”101086″ img_size=”full” add_caption=”yes”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
Poco después de que la policía turca antidisturbios irrumpiera en la redacción de Zaman Media Group en marzo de 2016, Sevgi Akarçeşme se dio cuenta de que solo tenía dos opciones.
Akarçeşme, editora jefe de Today’s Zaman, el principal diario en lengua inglesa del país, podía convertirse en periodista favorable al Gobierno y pasarse los días publicando artículos que alabaran al régimen cada vez más autoritario del presidente Recep Tayyip Erdogan.
O podía huir del país y tratar de denunciar la situación desde el exilio. En menos de 48 horas, Akarçeşme embarcaba en un avión a Bruselas para librarse de un encarcelamiento inminente.
«No quería convertirme en una periodista progobierno y perder mi integridad», dice en una entrevista con Global Journalist. «Todo lo demás lo perdí, pero mi integridad, no».
La toma por parte del Gobierno de Zaman Group, una compañía de comunicación favorable a Hizmet —movimiento de oposición liderado por el clérigo exiliado Fetullah Gülen—, presagiaba la dura ofensiva de gran alcance contra los medios de comunicación y la sociedad civil, entre otros, que siguió al golpe fallido contra Erdogan dos meses después. En 2016, Turquía detuvo a más de 140 periodistas y cientos más perdieron sus empleos, según un informe sobre derechos humanos del Departamento de Estado de EE. UU. Hubo casi 4.000 personas acusadas de insultar al presidente, al Primer Ministro o a las instituciones del Estado. Según el Comité por la Protección de los Periodistas, Turquía tenía 73 periodistas en prisión en diciembre de 2017: más que cualquier otro país en el mundo.
De hecho, Akarçeşme no había abandonado aún el país y la administración de Erdogan ya había convertido la edición turca de Zaman en un altavoz progobierno.
Ya antes de la redada en la oficina de Zaman, Akarçeşme se había enfrentado a presiones legales por parte del Gobierno. A principios de 2015 la llevaron a juicio por «insultar» al entonces Primer Ministro, Ahmet Davutoğlu, en un tuit en el que lo acusaba de encubrir un escándalo de corrupción que involucraba a familiares de altos cargos.
Pero no fue hasta la clausura de Zaman en 2016 cuando quedó claro que el Gobierno de Erdogan no iba a tolerar más medios independientes. Incluso después de que Akarçeşme se marchase a Bélgica, el gobierno turco continuó tomando medidas punitivas contra ella: allanaron su apartamento de Estambul y le anularon el pasaporte. Akarçeşme, ahora de 39 años de edad, pasó más de un año en Bélgica antes de llegar a EE. UU. en mayo de 2017.
Ahora vive en Estados Unidos, donde trabaja como periodista independiente y está buscando un trabajo a tiempo completo. Habló con Lily Cusack, de Global Journalist, sobre su exilio.
Global Journalist: ¿Por qué decidiste marcharte de Turquía?
Akarçeşme: Como podrás imaginar, es una larga historia, porque Turquía no se convirtió en una dictadura de la noche a la mañana. Así que, como todo, fue un proceso. Un proceso rápido, pero un proceso igualmente.
Fue el 6 de marzo de 2016 [cuando] abandoné Estambul de improviso. Dos días antes de mi marcha, el gobierno de Erdogan nos confiscó el periódico acusándonos de cosas ridículas, por supuesto, como terrorismo y apoyo al terrorismo. Y yo, al ser la líder ejecutiva del diario en inglés, Today’s Zamam, sabía que era cuestión de tiempo que me persiguieran también.
Cuatro meses antes, en diciembre de 2015, me condenaron a prisión con suspensión de la pena por mis tuits. De hecho, ni siquiera fueron mis propios tuits. Fue por unos comentarios que pusieron debajo de mi tuit. El Primer Ministro de entonces me puso una demanda y a mí me cayó prisión con suspensión de la pena.
Así que ya había opresión, y sabía que Turquía nunca ha tenido una trayectoria de la que enorgullecerse en lo que a libertad de prensa se refiere. Pero cada vez iba a peor, y el Gobierno se centró principalmente en nuestro grupo mediático. Era casi evidente que sería cuestión de tiempo.
Fue una decisión difícil, dejar tu país con solo dos maletas… de repente, sin notificárselo a nadie, porque entonces igual te detenían en la frontera. Hay muchísima gente que tiene prohibido viajar al extranjero. Así que estaba nerviosa por si me impedían viajar, pero, por suerte, pude irme. Echando la vista atrás, me doy cuenta de que fue la mejor decisión de mi vida, porque de lo contrario ahora mismo estaría en la cárcel, como mis colegas.
GJ: ¿Recibiste amenazas a título personal?
A: Por redes sociales, sí. Igual que mis colegas, dejé de tuitear en turco. Ahora solo tuiteo en inglés de vez en cuando. Cualquier crítico te puede hablar del ejército de trolls que se dedica a identificar y acosar a gente.
GJ: ¿Cómo llegaste a la conclusión de que tenías que marcharte?
A: Fue una decisión súbita. En los dos días desde el asalto de la policía [4 de marzo de 2016] hasta que me marché, solo hablé con [Abdulhamit Bilici], editor jefe del grupo mediático al completo. A él también lo habían despedido, y también corría peligro. Pero no quería irse inmediatamente. Él creía que tenía que quedarse para apoyar a la gente que estaba en puestos de menos experiencia. Pero yo pensé que, en caso de arresto, no podría soportar las condiciones de las prisiones turcas. Así que me dije que tenía que marcharme.
Me puse bastante nerviosa en el aeropuerto, porque no sabía si me habían anulado el pasaporte. Fue un momento memorable. Solo recuerdo pasar aduanas y la revisión de pasaportes y sentirme extremadamente nerviosa. Fue gracioso, porque soy una simple periodista. Sabía que no había hecho nada malo, pero también que eso no bastaba para librarme de una posible persecución o de que evitaran mi marcha. Fue un alivio [cuando] aterrizamos en Bruselas.
En julio, cuando me fui de Bruselas y estaba de camino a EE. UU., me sacaron del avión porque me dijeron que mi pasaporte no era válido. Así que al final sí que ocurrió, pero por suerte fue después de irme de Turquía.
GJ: ¿Qué sentiste al tener que abandonar Turquía tan de repente?
A: Era una sensación terriblemente inquietante. En cierto modo cortas vínculos con tu propio país. El día que decidí marcharme, ya sentía que Turquía era un caso perdido y que allí no había futuro para mí.
Estos últimos dos años me he sentido extremadamente desilusionada [con] mi tierra natal y mi sociedad, porque [la gente] en su mayoría ha callado frente a la opresión. Incluso están a favor de Erdogan.
Así que siento que ya no es mi casa, aunque aún tenga seres queridos [allí]. Mi corazón y mis pensamientos están con todos estos prisioneros, especialmente las víctimas de purgas, decenas de miles de personas, no solo periodistas, personas de toda clase y condición.
GJ: ¿Albergas alguna esperanza de volver?
A: No tengo esperanzas. No va a mejorar. Cada día el Gobierno se hace con más y más medios de difusión. Ya no hay medios libres… Salvo por un par de [canales] de televisión web y los periódicos en el exilio, no queda ningún medio con alcance para el periodismo independiente. El discurso está totalmente controlado por el Gobierno. Así que, por desgracia, soy muy pesimista. No le veo ninguna salida a corto plazo.
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