El filo de la noticia

[vc_row][vc_column][vc_single_image image=”97256″ img_size=”full” add_caption=”yes”][vc_custom_heading text=”A menudo los corresponsales en el extranjero tienen que ayudarse de guías (fixers en inglés), para informar desde países asolados por la guerra. Sin embargo, como revela Caroline Lees, estos pueden terminar en el punto de mira por espionaje si sus nombres se hacen conocidos en la zona.”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

Rauand arriesga la vida por desconocidos habitualmente. Este estudiante de informática de 25 años trabaja de guía: un tipo de periodista local que colabora con corresponsales extranjeros en Erbil, Irak. La ciudad está a solo una hora en coche de Mosul, ciudad bajo ocupación del Estado Islámico. En junio, el EI amenazó con matar a los periodistas “que hacen la guerra contra el Islam”.

“Imagina que el EI llega a Erbil. Pues los guías serían los primeros a por los que irían”, asegura Rauand, que ha trabajado para Vice Newsy la revista Time. “Al terminar los reportajes, el guía se queda en el país, mientras que el corresponsal, con su pasaporte extranjero, se puede marchar”, añade.

Los guías llevan la logística para corresponsales extranjeros guiándolos y traduciendo para ellos, pero también investigan para artículos, adquieren contactos, organizan entrevistas y viajan al frente. La mayoría trabajan de forma independiente y son extremadamente vulnerables a amenazas y represalias, especialmente una vez se marchan sus colegas extranjeros. Según la organización Rory Peck Trust, que se dedica a apoyar a periodistas freelancealrededor del mundo, la cifra de reporteros independientes amenazados por colaborar con medios internacionales va en aumento.

“La mayoría de las peticiones de ayuda que recibimos nos llegan de reporteros locales que han sufrido amenazas, detenciones, prisión, asaltos e incluso el exilio por su trabajo”, explica Molly Clarke, jefe de comunicaciones de Rory Peck. “Habitualmente ayudamos a gente a la que han atacado específicamente por su trabajo de colaboración con medios internacionales. En estos casos, las consecuencias pueden ser devastadoras y duraderas, y no solo para ellos: para sus familias también”, denuncia Clarke.

Un informe del Comité para la Protección de los Periodistas —CPJ, por sus siglas en inglés— muestra que son 94 los “trabajadores de medios de comunicación” asesinados desde 2003: esta es la fecha en la que el CPJ comenzó a poner a los guías en una categoría aparte, como reconocimiento a la importancia creciente de estos en la transmisión de reportajes desde el extranjero. En junio de este año añadieron a Zabihulah Tamana, un periodista independiente afgano que trabajaba como traductor para la radio pública nacional de EE.UU., a la lista de asesinados cuando bombardearon el convoy en el que viajaba en Afganistán.

Muchos guías empiezan como aficionados sin experiencia, desesperados por conseguir trabajo remunerado en economías perjudicadas por los conflictos. Apenas reciben formación o apoyo continuado por parte de las organizaciones internacionales para las que trabajan, y a menudo deben encargarse de su propia protección. Rauand ha aprendido a no destacar en Erbil. Rara vez opta por firmar con su nombre los reportajes y artículos en los que contribuye. “Si mi nombre sale asociado a los artículos, ya no soy anónimo. Podrían sospechar de mí y tratarme como si fuera un espía”, dijo.

Ser acusado de espionaje es un riesgo laboral para muchos de los guías que trabajan con periodistas extranjeros. Para aquellos trabajando en primera línea en la guerra entre Ucrania y los separatistas prorrusos, se trata de una amenaza diaria. En 2014, Anton Skiba, un productor local radicado en Donetsk, fue secuestrado por los separatistas y acusado de ser un espía ucraniano. Había pasado el día trabajando para la CNN en el lugar donde se estrelló el vuelo MH17 de Malaysian Airlines, en el este Ucrania, controlado por los separatistas. Skiba, que también ha trabajado para la BBC, fue finalmente liberado tras una campaña que organizaron sus compañeros del gremio. “Es muy importante mantener un equilibrio mientras tengas acceso a ambos lados del conflicto. De otro modo, lo más seguro es que uno de ellos acabe oprimiéndote”, afirma.

Skiba trata de protegerse eligiendo con cuidado a la gente con la que trabaja y las noticias que cubre. “Este es mi país y yo tengo que seguir viviendo aquí cuando los periodistas pasen al siguiente conflicto. No quiero arriesgar mi vida por una historia que al día siguiente ya no va a recordar nadie. Por eso intento evitar a periodistas poco profesionales y a los que usan a guías para que les consigan noticias ‘jugosas”, dice.

Kateryna, otra guía de Donetsk, obtuvo acreditación de prensa tanto de las autoridades ucranianas como de la facción separatista enemiga, la República Popular de Donetsk, para evitar acusaciones de favorecer uno de los lados de la guerra más que al otro.

Pero esto no ha puesto fin a las amenazas y ni al acoso que sufre. Aunque nunca le dice a nadie que trabaja con periodistas internacionales, una página web ucraniana, Myrotvorets, reveló recientemente los nombres, direcciones de correo electrónico y números de teléfono de alrededor de 5000 periodistas extranjeros y autóctonos que han trabajado en la República Popular de Donetsk y en Luhansk, áreas disidentes fuera del control del gobierno ucraniano. Kateryna, de 28 años, aparecía varias veces en la lista, publicada en mayo de 2016, debido a su trabajo con la BBC, Al Jazeera y otros medios.

Los servicios de seguridad ucranianos han retenido e interrogado a Kateryna muchas veces por su trabajo. “A los dos años de trabajar con los medios extranjeros, pasas a primer plano en los intereses de los servicios de seguridad”, asegura. “Y es mejor no subestimar su poder. Son lo bastante astutos para jugar con tu vida”.

Últimamente se siente expuesta en Donetsk y quiere encontrar un trabajo distinto. “En cuanto se marcha un equipo de televisión, ya está”, añade. “Solo una vez he sentido que les importaba a los medios internacionales. El pasado mayo, un colega de la BBC me preguntó si necesitaba ayuda, ahora que habían publicado mi nombre en Myrotvorets. Rechacé cualquier tipo de apoyo; era lo mínimo que pudo haberme pasado”.

Pocos guías llegan a recibir compensación si se lesionan o mueren realizando su trabajo. Tampoco reciben la protección internacional de facto que se proporciona a los corresponsales que trabajan en el exterior. Solo en Afganistán, docenas de traductores, conductores y productores locales perdieron la vida entre 2003 y 2011; algunos, muertos en enfrentamientos, otros —como Aymal Naqshbandi, periodista, y Sayed Aga, conductor— fueron ejecutados por los talibanes por haber trabajado con extranjeros

Saira, una guía de Kabul (Afganistán) que lleva nueve años en esto, solo puede trabajar si oculta no solo su identidad, sino también su propio cuerpo. Como mujer sufre amenazas y abusos constantes. Teme tanto ser castigada que no quiso darnos su nombre verdadero para este artículo. La joven de 26 años, que comenzó a trabajar con periodistas extranjeros para poder pagarse los estudios en la universidad de Kabul, dice que solo se siente a salvo con el rostro cubierto. “He viajado a algunos sitios peligrosos con periodistas extranjeros. Tuve que taparme la cara completamente con un burka para sentirme segura”, explica.

“Para una mujer siempre es peligroso trabajar, incluso en Kabul. Eres blanco de comentarios hirientes y faltas de respeto. Mucha gente te culpa y llegan a llamarte infiel porque trabajas

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No dejes rastro

[vc_row][vc_column][vc_single_image image=”97068″ img_size=”full” add_caption=”yes”][vc_custom_heading text=”Mantener un verdadero anonimato en internet no es nada fácil cuando podrías tener rastreadores de anuncios o del gobierno intentando leer cada letra que tecleas. Mark Frary echa un vistazo a algunas de las tácticas que puedes utilizar para mantenerte seguro o incluso invisible mientras navegas.”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

Protege tu conexión

Los activistas de países en los que internet sufre una censura extrema y el tráfico está estrechamente monitorizado saben que utilizar una red privada virtual, o VPN (por sus siglas en inglés), es esencial a la hora de permanecer invisible.

Una VPN es como las cortinas de una casa: la gente sabe que estás, pero no pueden ver lo que haces. Esto se consigue creando un túnel encriptado que pasa por un servidor privado, a menudo ubicado en otro país, por el que fluyen tus datos de navegación. Esto significa que a alguien que esté monitorizando el tráfico web para descubrir a personas de su interés le sea imposible hacer precisamente eso. Sin embargo, el mero hecho de que estés utilizando una VPN puede levantar sospechas.

Existe una cantidad cada vez mayor de VPN que prometen un acceso completamente anónimo y que no registran ningún tipo de actividad, como ExpressVPN (expressvpn.com) o Anonymizer (anonymizer.com). Con todo, el acceso en algunos países a proveedores de VPN está bloqueado y su accesibilidad es siempre variable.

Capas de cebolla

Resulta que uno de los puntos fuertes de internet también es una de sus debilidades, al menos en lo que respecta a la privacidad. El tráfico web viaja por internet en paquetes de datos, cada uno de los cuales es posible que tome una ruta distinta entre emisor y receptor, saltando entre nodos en el proceso. Esto hace que la red sea resistente a un ataque físico —al no haber una conexión fija entre los dos extremos— pero también ayuda a identificar al remitente. Los paquetes contienen información de las direcciones IP tanto del emisor como del destinatario; un grave defecto si lo que necesitas es anonimato.

El onion routing(‘enrutamiento cebolla’) ofrece más privacidad. En este caso, los paquetes de datos están envueltos en capas de encriptación, como ocurre con las capas de una cebolla. En cada nodo se elimina una de las capas, revelando el siguiente lugar al que el paquete debe dirigirse. Lo bueno que tiene esto es que el nodo solo conoce los datos de las direcciones del nodo anterior y del siguiente, en lugar de los de toda la cadena.

Usar un onion routingno es tan complicado como podría parecer. A mediados de los años 90, unos investigadores de la marina estadounidense crearon un navegador llamado TOR (siglas de The Onion Routing project) fundamentado en este concepto, y lo ofrecieron a todo el mundo bajo una licencia gratuita.

Utilizar el navegador Tor (torproject.org) para acceder a la dark webes un modo muy potente de ocultar tu identidad, pero no es infalible. Hay documentadas varias técnicas para explotar sus puntos débiles, y hay quienes opinan que algunas agencias de seguridad las utilizan para monitorizar el tráfico.

Záfate de los rastreadores

Cada vez que visitas una web que recibe muchas visitas, partes de tu actividad es recolectada y filtrada cuidadosamente, a menudo por fragmentos de código procedentes de otras partes de la red. Hay una extensión para navegadores llamada Ghostery (ghostery.com) que te puede demostrar lo extendida que está la práctica. Al activar Ghostery en una visita reciente a la página web de Los Angeles Times, aparecieron 102 fragmentos de código diseñado para rastrear actividad web, procedentes de nombres famosos como Facebook o Google y también de algunos menos conocidos, como Audience Science y Criteo.

Mientras que parte de estos rastreos vienen motivados por un uso legítimo, tales como personalizar lo que ves en una página o adaptar los anuncios que te aparecen, algunos rastreadores, especialmente en países donde las leyes sobre cosas de este tipo son laxas o inexistentes, están haciendo todo lo posible por identificarte.

El problema es que estos rastreadores pueden llegar a descubrir quién eres como quien resuelve un puzle. Imagina que has visitado unas cuantas páginas en internet, has leído un artículo en una publicación prohibida y luego has echado una ojeada a un foro de debate controvertido. Un rastreador externo de los que se utilizan para poner anuncios puede aprender sobre este comportamiento. Si justo después entras en otra página web que incluya tu identidad, como por ejemplo una red social, toda esa información puede reunirse de pronto en el mismo sitio. Hay extensiones de código abierto como Disconnect (disconnect.me) que ofrecen un modo de inhabilitar rastreadores de este tipo.

Usa la web segura

Hay un número cada vez mayor de páginas con mucho tráfico que obligan a sus visitantes a conectarse a ellas de forma segura. Puedes ver cuáles son porque sus direcciones empiezan con ‘https’ en lugar de ‘http’. El uso de https significa que la página que visitas estará autenticada y que tus comunicaciones con ella están encriptadas, de tal modo que impiden los llamados ataques de suplantación de identidad: aquellos en los que una persona se coloca con intenciones maliciosas entre otras dos que supone en comunicación directa y altera lo que se está comunicando. Google, además de utilizar el https tanto para Gmail como para su buscador, también está impulsando su adopción por otras páginas web al promocionar aquellas que lo hacen en su posicionamiento de búsqueda.

En lugar de andar acordándose siempre de comprobar si están usando https, hay quienes utilizan una extensión para navegadores, creada por la Electronic Frontier Foundation y Tor Project, llamada HTTPS Everywhere (eff.org/https-everywhere), que lo hace por ellos. Está disponible para Chrome, Firefox y Opera, y obliga a los navegadores a utilizar versiones https de las páginas, siempre que haya una disponible.

Oculta tus huellas

Mientras que los métodos tradicionales de identificación en la red se valen de cosas como direcciones IP y cookies, algunas organizaciones emplean técnicas mucho más sofisticadas, como lo que se conoce como browser fingerprinting. Cuando visitas una página, el navegador podría estar compartiendo información sobre tu idioma predeterminado y las extensiones y fuentes que tienes instaladas. Quizá suene inofensivo, pero es posible que tu configuración de elementos sea única, y, aunque no permita que otros sepan quién eres, sí se puede utilizar para asociar tu historial web con la huella de tu navegador, o fingerprint. Puedes comprobar lo poco protegido que estás visitando panopticlick.eff.org.

Una manera de tratar de evitar esta situación es con una configuración de navegador comúnmente utilizada, como puede serlo Chrome instalado en Windows 10, con las extensiones y fuentes habituales. Apagar Javascript puede ser de ayuda, pero por otro lado hace que muchas páginas queden inutilizables. También se puede instalar la extensión de EFF para navegadores Privacy Badger para obstaculizar el trabajo de los rastreadores invisibles.

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Mark Frary es periodista y coautor de You Call This The Future?: The Greatest Inventions Sci-Fi Imagined and Science Promised (Chicago Review Press, 2008).

Este artículo fue publicado en la revista Index on Censorship en otoño de 2017.

Traducción de Arrate Hidalgo.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Siria al habla

[vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=”Previo a publicación de un nuevo informe sobre las amenazas a los medios de comunicación en el país, Rhodri Davies habla con los sirios que crearon su propia emisora de radio.
“][vc_single_image image=”22592″ img_size=”full” add_caption=”yes”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]«Compramos unos trapos muy gruesos para fabricar una especie de insonorización; así nuestras voces no se oirían desde fuera y el sonido de las bombas no entraría al apartamento», cuenta el periodista Dima Kalayi, describiendo cómo un grupo de personas unió sus fuerzas en un piso diminuto y comenzó a realizar programas para una emisora independiente siria. El piso de Damasco fue el primer lugar en el que pudieron reunir a gran parte del equipo de la nueva emisora.

«Queríamos que SouriaLi fuera un ejemplo de cómo nos gustaría que [fuera] Siria en el futuro», dice Caroline Ayub, una de los cuatro cofundadores de la emisora, que ayudó a montarlo todo desde el exilio. Ayub explica que querían mostrar la identidad diversa de Siria, al mismo tiempo que recordaban también la cultura que todos tienen en común. Por otro lado, les daba la sensación de que se recurría demasiado a los medios internacionales para informarse sobre su propio país.

«Para nosotros, el objetivo principal de la revolución era expresar la propia voz e identidad. Y para ello es esencial hacer que esa voz continúe», añade Ayub, que huyó a Marsella tras haber estado presa durante un mes en 2012 por distribuir huevos de Pascua con citas sacadas de la Biblia, junto a otras del Corán (las autoridades la acusaron de terrorismo).

SouriaLi, que puede traducirse como «Siria es mía», transmite las 24 horas y cuenta con podcasts, contenido visual y una app. Sin embargo, no compite contra los programas de noticias duras a tiempo real. La intención de la emisora es reflejar los problemas que sufre el país por medio de debates y tertulias —interactuando en vivo con el público por WhatsApp y Skype regularmente—, así como radionovelas y cuentacuentos.

Lo suyo es verdadera vocación. El informe del Comité para la Protección de los Periodistas, cuya publicación está prevista para noviembre, hará mención a la creciente gravedad de la situación de los periodistas sirios y espera que el país pase de estar en tercer lugar a ser la segunda nación más peligrosa en su índice global.

SouriaLi se vale de periodistas para recabar información, que luego contrasta con otras fuentes. Al contar con miembros provenientes de una amplia área geográfica dentro del país —aunque la mayoría viven ahora en el exilio—, su red de contactos en Siria es “extensa”, según Iyad Kalas, otro cofundador y director de programación. Explica que siempre examinan la procedencia de las fuentes y el modo en el que se ha obtenido la información para poder establecer su nivel de credibilidad.

Su serie semanal titulada Yadayel(“Trenzas”) cuenta historias de mujeres, como el trato que reciben en puestos de control, la experiencia de vivir en Raqa bajo el control del EI o cómo es trabajar en un hospital.

«Es muy importante para nosotras, porque así estás dándoles voz [a] las mujeres. La mayoría de estas mujeres provienen de una sociedad muy oprimida y conservadora», explica Ayub.

Llegó a haber 11 personas de la emisora en Siria, más las que trabajaban desde fuera. Hoy, sin embargo, solo queda un miembro del equipo en el país: muchos de ellos acabaron en la cárcel antes de marcharse de Siria, algunos por oponerse al gobierno y otros por enviar ayuda. La mayoría de los que no fueron arrestados, como Kalayi, que vive en Berlín desde 2013, abandonaron el país. Ayub describe SouriaLi como «un medio exiliado porque, por el momento, estamos en el exilio».

El equipo ahora suma 27 miembros, voluntarios incluidos, que trabajan desde 14 países distintos de Oriente Medio, Europa y Norteamérica.

La labor de reafirmar la diversidad de Siria supone facilitar el acceso a las ondas a todas las voces del grupo, ya sean kurdas, suníes, chiíes, alauíes, armenias, cristianas o de otro tipo. Kalayi produjo una serie titulada Fatush, en la que tomaba recetas típicas de las diferentes regiones y grupos de Siria y hablaba sobre identidad étnica y problemas a menudo ignorados, mano a mano con la gastronomía.

SouriaLi trata de incluir una variedad de perspectivas, aunque las figuras prorrégimen raras veces aceptan la invitación. Pese a todo, la emisora ofrece la oportunidad de expresarse a todos los puntos de vista. «Creemos firmemente que los medios de comunicación, como una emisora de radio, una plataforma, deberían ser para todos los sirios», afirma Ayub.

Sus emisiones atraen a un público numeroso: tienen más de 450.000 seguidores en Facebook. La emisora solía emitir en FM en 12 zonas de Siria, en las que compañeros locales se encargaban de la transmisión. Sin embargo, el régimen de Assad siempre prohibía la emisión en las regiones que caían bajo su dominio, y diferentes grupos de combate de la oposición, como Yabhat al Nusra (entonces vinculado con Al Qaeda, hoy rebautizado como Yabhat Fateh al Sham), han tratado de controlar el contenido de SouriaLi. Exigían, por ejemplo, que dejasen de emitir ciertos programas y música, como el contenido kurdo, o los obligaban a emitir el Corán. La emisora también recibió amenazas del Estado Islámico.

SouriaLi se negó a recibir órdenes del gobierno o de sus oponentes, y puso fin a su transmisión en FM a mediados de 2016. «Así que decidimos dejarlo», relata Ayub. «Dijimos: “Siria ya no es [solo] Siria de la frontera adentro. Siria es todos los sirios de cualquier lugar.” Tenemos millones de sirios fuera, en Europa. Todos necesitan la esperanza, la información que estamos emitiendo, así que recalibramos nuestro centro atención».

La emisora de radio pasó a ser solo en línea. Su página web está disponible para la población siria, tanto en los lugares donde no hay censura como a través de VPN. También hay una versión pensada para evitar la censura que solo incluye la emisión de radio en directo.

Kalas, que abandonó Siria por Francia en 2012, cuenta que ahora la emisora podría pasar a estar solo en internet, pues «Siria es un país virtual» con oyentes repartidos por todos los puntos del globo. SouriaLi calcula que alrededor del 40% de su audiencia online está ubicada en Siria, otro 40% lo forma su diáspora y otro 18% son oyentes de habla árabe, principalmente de Irak y Egipto.

Mantener la moral alta es uno de los mayores retos a los que se enfrenta el equipo, según Kalas y Ayub. «Antes de 2011 no había realmente “medios” o “periodismo” en Siria», apunta Kalayi. Ahora, se siente optimista. «Tengo libertad para elegir los temas, cómo tratarlos, cómo presentarlos. Y esto es algo muy importante para mí como persona y como periodista». Y cuando las condiciones lo permitan, quiere volver a Siria y seguir haciendo eso mismo.

Ayub añade: «Yo creo que a un país [como] Siria le hacen falta miles y miles de proyectos de comunicación, muchas plataformas para que la gente se exprese, para debatir. Porque, sin debate, sin libertad de expresión, nunca existirá un país libre. Y esto, por supuesto, es aplicable a Siria también».

 

Rhodri Davieses periodista independiente. Ha escrito reportajes desde Catar, Egipto, Irak y Yemen.

 

Este artículo fue publicado en la revista Index on Censorship en otoño de 2017.

 

Traducción de Arrate Hidalgo.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Project Exile: Una editora turca abandona el país tras una redada policial

[vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=”«Me doy cuenta de que fue la mejor decisión de mi vida, porque de lo contrario ahora mismo estaría en la cárcel, como mis colegas».”][vc_single_image image=”101086″ img_size=”full” add_caption=”yes”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

Poco después de que la policía turca antidisturbios irrumpiera en la redacción de Zaman Media Group en marzo de 2016, Sevgi Akarçeşme se dio cuenta de que solo tenía dos opciones. 

Akarçeşme, editora jefe de Today’s Zaman, el principal diario en lengua inglesa del país, podía convertirse en periodista favorable al Gobierno y pasarse los días publicando artículos que alabaran al régimen cada vez más autoritario del presidente Recep Tayyip Erdogan. 

O podía huir del país y tratar de denunciar la situación desde el exilio. En menos de 48 horas, Akarçeşme embarcaba en un avión a Bruselas para librarse de un encarcelamiento inminente. 

«No quería convertirme en una periodista progobierno y perder mi integridad», dice en una entrevista con Global Journalist. «Todo lo demás lo perdí, pero mi integridad, no». 

 

La toma por parte del Gobierno de Zaman Group, una compañía de comunicación favorable a Hizmet —movimiento de oposición liderado por el clérigo exiliado Fetullah Gülen—, presagiaba la dura ofensiva de gran alcance contra los medios de comunicación y la sociedad civil, entre otros, que siguió al golpe fallido contra Erdogan dos meses después. En 2016, Turquía detuvo a más de 140 periodistas y cientos más perdieron sus empleos, según un informe sobre derechos humanos del Departamento de Estado de EE. UU. Hubo casi 4.000 personas acusadas de insultar al presidente, al Primer Ministro o a las instituciones del Estado. Según el Comité por la Protección de los Periodistas, Turquía tenía 73 periodistas en prisión en diciembre de 2017: más que cualquier otro país en el mundo. 

De hecho, Akarçeşme no había abandonado aún el país y la administración de Erdogan ya había convertido la edición turca de Zaman en un altavoz progobierno. 

Ya antes de la redada en la oficina de Zaman, Akarçeşme se había enfrentado a presiones legales por parte del Gobierno. A principios de 2015 la llevaron a juicio por «insultar» al entonces Primer Ministro, Ahmet Davutoğlu, en un tuit en el que lo acusaba de encubrir un escándalo de corrupción que involucraba a familiares de altos cargos. 

Pero no fue hasta la clausura de Zaman en 2016 cuando quedó claro que el Gobierno de Erdogan no iba a tolerar más medios independientes. Incluso después de que Akarçeşme se marchase a Bélgica, el gobierno turco continuó tomando medidas punitivas contra ella: allanaron su apartamento de Estambul y le anularon el pasaporte. Akarçeşme, ahora de 39 años de edad, pasó más de un año en Bélgica antes de llegar a EE. UU. en mayo de 2017. 

Ahora vive en Estados Unidos, donde trabaja como periodista independiente y está buscando un trabajo a tiempo completo. Habló con Lily Cusack, de Global Journalist, sobre su exilio. 

 

Global Journalist: ¿Por qué decidiste marcharte de Turquía? 

Akarçeşme: Como podrás imaginar, es una larga historia, porque Turquía no se convirtió en una dictadura de la noche a la mañana. Así que, como todo, fue un proceso. Un proceso rápido, pero un proceso igualmente. 

Fue el 6 de marzo de 2016 [cuando] abandoné Estambul de improviso. Dos días antes de mi marcha, el gobierno de Erdogan nos confiscó el periódico acusándonos de cosas ridículas, por supuesto, como terrorismo y apoyo al terrorismo. Y yo, al ser la líder ejecutiva del diario en inglés, Today’s Zamam, sabía que era cuestión de tiempo que me persiguieran también. 

Cuatro meses antes, en diciembre de 2015, me condenaron a prisión con suspensión de la pena por mis tuits. De hecho, ni siquiera fueron mis propios tuits. Fue por unos comentarios que pusieron debajo de mi tuit. El Primer Ministro de entonces me puso una demanda y a mí me cayó prisión con suspensión de la pena. 

Así que ya había opresión, y sabía que Turquía nunca ha tenido una trayectoria de la que enorgullecerse en lo que a libertad de prensa se refiere. Pero cada vez iba a peor, y el Gobierno se centró principalmente en nuestro grupo mediático. Era casi evidente que sería cuestión de tiempo. 

Fue una decisión difícil, dejar tu país con solo dos maletas… de repente, sin notificárselo a nadie, porque entonces igual te detenían en la frontera. Hay muchísima gente que tiene prohibido viajar al extranjero. Así que estaba nerviosa por si me impedían viajar, pero, por suerte, pude irme. Echando la vista atrás, me doy cuenta de que fue la mejor decisión de mi vida, porque de lo contrario ahora mismo estaría en la cárcel, como mis colegas. 

 

GJ: ¿Recibiste amenazas a título personal? 

A: Por redes sociales, sí. Igual que mis colegas, dejé de tuitear en turco. Ahora solo tuiteo en inglés de vez en cuando. Cualquier crítico te puede hablar del ejército de trolls que se dedica a identificar y acosar a gente. 

 

GJ: ¿Cómo llegaste a la conclusión de que tenías que marcharte? 

A: Fue una decisión súbita. En los dos días desde el asalto de la policía [4 de marzo de 2016] hasta que me marché, solo hablé con [Abdulhamit Bilici], editor jefe del grupo mediático al completo. A él también lo habían despedido, y también corría peligro. Pero no quería irse inmediatamente. Él creía que tenía que quedarse para apoyar a la gente que estaba en puestos de menos experiencia. Pero yo pensé que, en caso de arresto, no podría soportar las condiciones de las prisiones turcas. Así que me dije que tenía que marcharme. 

Me puse bastante nerviosa en el aeropuerto, porque no sabía si me habían anulado el pasaporte. Fue un momento memorable. Solo recuerdo pasar aduanas y la revisión de pasaportes y sentirme extremadamente nerviosa. Fue gracioso, porque soy una simple periodista. Sabía que no había hecho nada malo, pero también que eso no bastaba para librarme de una posible persecución o de que evitaran mi marcha. Fue un alivio [cuando] aterrizamos en Bruselas. 

En julio, cuando me fui de Bruselas y estaba de camino a EE. UU., me sacaron del avión porque me dijeron que mi pasaporte no era válido. Así que al final sí que ocurrió, pero por suerte fue después de irme de Turquía. 

 

GJ: ¿Qué sentiste al tener que abandonar Turquía tan de repente? 

A: Era una sensación terriblemente inquietante. En cierto modo cortas vínculos con tu propio país. El día que decidí marcharme, ya sentía que Turquía era un caso perdido y que allí no había futuro para mí. 

Estos últimos dos años me he sentido extremadamente desilusionada [con] mi tierra natal y mi sociedad, porque [la gente] en su mayoría ha callado frente a la opresión. Incluso están a favor de Erdogan. 

Así que siento que ya no es mi casa, aunque aún tenga seres queridos [allí]. Mi corazón y mis pensamientos están con todos estos prisioneros, especialmente las víctimas de purgas, decenas de miles de personas, no solo periodistas, personas de toda clase y condición. 

 

GJ: ¿Albergas alguna esperanza de volver? 

A: No tengo esperanzas. No va a mejorar. Cada día el Gobierno se hace con más y más medios de difusión. Ya no hay medios libres… Salvo por un par de [canales] de televisión web y los periódicos en el exilio, no queda ningún medio con alcance para el periodismo independiente. El discurso está totalmente controlado por el Gobierno. Así que, por desgracia, soy muy pesimista. No le veo ninguna salida a corto plazo.

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