NEWS

Reescribiendo el Futuro
[vc_row][vc_column][vc_column_text] “No podemos combatir la propaganda con censura” El Gobierno yemení no debería dedicarse a valorar la objetividad del periodismo, pero hay esperanza de conseguir más libertad, según Ahlam Mohsen Yemen ha acabado —una vez más— al final de la lista del Índice de Libertad de Prensa de este año; concretamente, en el puesto 167 […]
31 Jul 19

[vc_row][vc_column][vc_column_text]

“No podemos combatir la propaganda con censura”

El Gobierno yemení no debería dedicarse a valorar la objetividad del periodismo, pero hay esperanza de conseguir más libertad, según Ahlam Mohsen

Yemen ha acabado —una vez más— al final de la lista del Índice de Libertad de Prensa de este año; concretamente, en el puesto 167 de 180 países. El mundo periodístico yemení está plagado de contradicciones. Tal vez la censura sea menos directa bajo el Gobierno de coalición, pero recientemente ha habido una oleada de ataques contra periodistas y críticos.

Llegué a Yemen —el país en el que nací pero que apenas conocía— desde EE.UU. poco después de que el presidente del país, Alí Abdalá Salé, renunciara a su cargo a principios de 2012. En Estados Unidos yo era activista y no entendía cómo allí no podíamos aguantar ni ocupando un parque, mientras en Yemen derrocaban a un gobierno entero.

Tras la primavera árabe de 2011, los periodistas yemeníes alcanzaron unas cuantas victorias, como la aprobación de la Ley de Acceso a la Información, que insufló nuevas esperanzas en la transparencia de las instituciones gubernamentales. Yemen es el único país árabe, aparte de Jordania, que ha aprobado una ley así. Sin embargo, como ocurrió con el florecimiento fugaz de la libertad de prensa tras la unificación de 1990, los triunfos no siempre son permanentes, ni el progreso necesariamente lineal.

Desde hace ya cuatro meses, el periódico para el que trabajo, el Yemen Times, ha intentado acceder a los contratos petroleros del Gobierno con corporaciones extranjeras y multinacionales. Podríamos intentar la vía de buscar documentos filtrados, pero es importante que nos lleguen directamente del Gobierno para enterarnos de todas las condiciones, aparte de para que sus futuras decisiones sean totalmente transparentes.

A medida que crecen en número los periódicos, emisoras y canales de televisión afiliados a —y financiados por— diversos partidos políticos y personas influyentes, se ha extendido la preocupación por el uso de dichos medios de comunicación para difundir propaganda. El pasado junio el Gobierno cerró el canal de televisión Yemen Today, tras acusarlo de incitar a la hostilidad contra los actuales gobernantes durante la crisis de combustible por la que pasaba el país.

Muchos individuos habitualmente críticos con la censura del Gobierno guardaron silencio en esta ocasión y evitaron condenar la decisión porque el canal pertenecía al antiguo dictador del país. Pero la medida es preocupante. Al permitir que sea el Gobierno quien juzgue qué es un periodismo “objetivo” y qué no lo es, estamos cediendo un poder que debería concernir exclusivamente a la gente. No podemos combatir la propaganda con censura. El Gobierno debe no solo acabar con ella, sino también procesar a quienes acosan y atacan a los periodistas, y evitar así que estos sientan la tentación de autocensurarse: un problema más grave en este país, con diferencia, que la censura directa.

Ser periodista y mujer también conlleva sus problemas. He visto a chicas salir corriendo para cubrir una explosión o un asesinato, conscientes de que, aunque tal vez sean las primeras en llegar al lugar, acabarán rodeadas de soldados preocupados por su presencia y su seguridad mientras ven cómo sus colegas masculinos se les adelantan. El problema está muy arraigado y va ligado de forma más general al futuro de las mujeres. Pero hay mucho por lo que mantener la esperanza, ahora que Yemen se acerca al cupo del 30% de representación femenina en el Gobierno y las mujeres continúan haciendo patente su derecho a ocupar la esfera pública.

Nada es seguro en Yemen a día de hoy. La historia podría desarrollarse de muchas maneras, desde una victoriosa transición a una democracia hasta una posible guerra civil. Aun así, pese a todos los retos y riesgos que supone ser reportero en Yemen, soy optimista con respecto al futuro. La Ley de Libertad de Información es una ley radical que, de acatarse, nos garantizará el derecho a enterarnos de casi todo lo que hace nuestro Gobierno. Si podemos darle significado a esta ley a base de usarla, en lugar de pensar que son simples palabras sobre un papel, los periodistas —y la gente en general— tenemos mucho por lo que mirar al futuro con ilusión.

 

Ahlam Mohsen es un escritor yemení-estadounidense de 26 años. Vive en Saná y es redactor jefe adjunto del Yemen Times.

ARRIBA: Presentadores de Yemen FM, una emisora privada de radio de Saná, en abril de 2014

Yemen es el único país árabe aparte de Jordania que ha aprobado una ley de acceso a la información

“El periodismo es más emocionante que nunca”

Aunque Katharina Frick ha sido becaria en siete medios alemanes para poder arrancar en su carrera, se muestra optimista ante las nuevas formas de financiación que están surgiendo en el campo del periodismo

En Alemania, como en muchas otras partes del mundo, están cerrando las salas de redacción, los mercados publicitarios están a mínimos y la industria del periódico ha perdido casi un cuarto de su circulación en la última década. Cabría preguntarse por qué sigo queriendo ser periodista. La respuesta: es más emocionante que nunca.

Desciendo de una familia de periodistas. Tanto mi madre como mi padre llevan casi toda la vida trabajado en el campo del periodismo y la comunicación. Muchas cosas han cambiado desde que empezaron a trabajar en la redacción de un diario local hace más de 30 años, y ambos coinciden en que la competitividad es mucho mayor hoy día. A mi madre la contrataron en el acto para su primer trabajo, sin experiencia previa. Hoy algo así se antoja impensable. A lo largo de mis estudios fui becaria en siete sitios diferentes; en algunos me pagaban poco, en otros no me pagaban nada.

La mitad de estas becas y trabajos los conseguí gracias a contactos; la otra mitad, no. Estar bien conectada parece más importante que antes, y es una parte de este campo que he acabado odiando. Siempre he querido lograr las cosas por mí misma, pero he llegado a la conclusión de que no es así como funciona. Al menos, no si lo que quieres es entrar en los grandes medios de comunicación tradicionales.

Por eso cada vez me tienta más centrarme en nuevas formas de informar, más frescas, en las que las ideas y la creatividad se valoren por encima de conocer a este o aquella, como pasa en las start-ups periodísticas. En plena crisis de financiación, las personas con ideas creativas y habilidad para el emprender son, más que nunca, quienes se están llevando el gato al agua. No creo que exista una única solución para asegurar el futuro del periodismo: mi impresión es que hay muchas. Ahora es el momento perfecto para experimentar y probar nuevos modelos de negocio con distintos métodos de financiación e ideas de contenidos.

Son pocos los lectores que están dispuestos a pagar por artículos digitales en Alemania, y solo unas pocas editoriales han tenido el valor de experimentar con modelos de subscripción y barreras de pago. El diario Die Welt, por ejemplo, utiliza una barrera de pago “con fugas” parecida a las del New York Times o el Daily Telegraph, en Reino Unido, en la que se permite a los usuarios leer 20 artículos al mes gratis en un mismo navegador. El Süddeutsche Zeitung, uno de los diarios alemanes de mayor difusión, anunció hace poco que va a implementar un modelo similar a finales de año.

Un proyecto innovador que ha tenido bastante éxito recientemente en Alemania es Krautreporter (o “reportero de masas”). Lo empezaron 28 periodistas independientes, relativamente conocidos, que querían crear una publicación online para artículos de largo formato, sin preocuparse por atraer clics y sin publicidad. Así que le pidieron dinero a la gente. Su objetivo era recaudar 900.000 euros de 15.000 seguidores en un plazo de 30 días. En las últimas horas de su periodo de crowdfunding, justo las personas que hacían falta donaron 60 euros cada una. Al final alcanzaron más de un millón de euros, supuestamente la mayor cifra jamás recaudada en Alemania mediante microfinanciación para un proyecto periodístico. Cada uno de los periodistas ganará de 2.000 a 2.500 euros al mes, cosa que les permitirá dedicarse por completo a su trabajo de investigación sin tener que preocuparse constantemente por cuál será su siguiente encargo.

En lugar de ocultar todos los artículos detrás de una barrera de pago, Krautreporter será accesible para todo el mundo, pero la cuota de 5 euros al mes les dará a los usuarios ciertos privilegios, como poder comentar en los artículos, invitaciones a eventos y la oportunidad de encontrarse con los periodistas. El hecho de conectar e interactuar con los lectores y usuarios de esta manera es algo aún muy nuevo para los medios tradicionales, y muchas publicaciones vigilan con atención este surgir del lector como miembro.

Cómo no, los proyectos nuevos raras veces aparecen sin que les salgan detractores. A los periodistas de Krautreporter les llovieron críticas por la falta de una descripción detallada del proyecto o de un plan de contenidos en sus inicios, y por su elenco de periodistas (al ser hombres en su mayoría y poco diversos). Toda la industria periodística alemana observará la web muy de cerca cuando la lancen en octubre. Las expectativas están muy altas. Aun así, creo que lo que cuenta es esa voluntad de empezar algo nuevo y fresco.

A pesar de la situación de la economía, me niego a creer que el periodismo esté en las últimas o que no vaya a encontrar un trabajo. Depende de nosotros, los periodistas jóvenes, cambiar la situación y experimentar. Sé por proyectos en los que he colaborado durante mis estudios que se respira cierto ambiente al trabajar en una start-up, como esa dinámica de grupo cuando todo el mundo está tirando del carro. Soy optimista y creo que seguiré dedicándome al periodismo en unos años. Nadie sabe qué forma irá tomando, pero no me cabe duda de que será interesante.

Katharina Frick tiene 27 años y está cursando un master en periodismo, medios y globalización, que combina con trabajos independientes para la Agencia Alemana de Prensa (DPA). También lleva su propio proyecto de periodismo y sostenibilidad en www.sustainyourfuture.com

En plena crisis de financiación, las personas con ideas creativas y habilidad para el emprender son quienes se están llevando el gato al agua

Desde Chequia

“Veo un futuro difícil para periodistas y lectores”

Ante el alto nivel de desempleo en su tierra natal, el periodista italiano Luca Rovinalti se mudó a Praga, pero la prensa rosa ha seguido sus pasos

Cuando el decatlonista Roman Šebrle y la modelo Gabriela Kratochvílová se convirtieron hace poco en presentadores del informativo de una de las cadenas privadas de televisión más importantes de Chequia, no me sorprendió. Habiendo dado mis primeros pasos profesionales en Italia, estaba más que acostumbrado a este estilo de prensa amarilla, liderado por famosos. Un estilo que da la impresión de estar en auge por toda Europa.

Cuando trabajaba para los canales principales de televisión privada en Italia, allá por los 2000, el periodismo ya se estaba convirtiendo en un espacio para el cotilleo en el que las noticias estaban pensadas para provocar emociones en la gente. Recuerdo los días que me pasaba en Rímini, a pie de playa, entrevistando a la gente sobre la técnica perfecta para broncearse, o preguntándoles a las chicas cómo se preparaban para la operación bikini.

En 2010 me fui a Chequia para completar un programa de un año en la Universidad Carolina, y decidí quedarme cuando vi todos los puestos de trabajo que estaban recortando en Italia. Tengo raíces polacas, así que me siento bastante cómodo en Europa del Este y voy mejorando con el idioma. Aún trabajo de forma independiente para empresas italianas, pero me interesa trabajar para publicaciones en inglés, tanto aquí como en el extranjero.

De momento he tenido experiencias muy diversas en mi carrera, al haberme mudado de Emilia-Romaña, en el norte de Italia, a Milán, y de allí a la República Checa en 2010, donde ahora dirijo el Club de Prensa Internacional de Praga. Todo ello ha contribuido a formarme una idea de periodismo multicultural, libre de barreras nacionales y respetuoso con las diferencias culturales. Espero de corazón que este concepto crezca a medida que el mundo se vuelve más globalizado, con más publicaciones locales en distintas lenguas y colegas internacionales trabajando codo con codo.

Cofundé el Club de Prensa de Praga en 2013 porque me daba la impresión de que las oportunidades de crear red podían mejorar, y las instituciones existentes no estaban haciendo lo bastante al respecto. Pero no creo que lo que haga falta para ser periodista sea una hoja de papel o un carnet de prensa, como pasa en Italia. Tuve que trabajar durante dos años antes de conseguir hacerme miembro de la asociación italiana de periodistas.

Los niveles de desempleo en Italia —actualmente del 13 por ciento, o del 43 para los menores de 25 años— está teniendo un impacto brutal en el mundo del periodismo. Esto también significa que mucha gente está buscando trabajo en el extranjero. Mario Giordano, redactor jefe de TG4, uno de los programas informativos más importantes de la red italiana Mediaset, me dio este consejo: «El periodismo tiene que cambiar de actitud, no solo de técnicas. Los que saben cómo cambiar son los que están sobreviviendo. Ten en cuenta que los principios básicos del periodismo siguen siendo los mismos, tanto si usas paloma mensajera como tuits».

Estoy totalmente de acuerdo. El periodismo italiano se ha convertido en una carrera de obstáculos que exige a los periodistas estar a la última y adaptarse a las nuevas tecnologías en un mercado en el que casi no hay sitio para el joven talento. Muchos trabajos están externalizándose o se encargan a autónomos a cambio de tarifas miserables.

En mi primer empleo, en la redacción de un canal de televisión, me resistía a cambiar el trabajo periodístico “puro” por uno que incorporase también conocimientos sobre técnicas de grabación, equipo técnico, edición de vídeo y retransmisión. Pero ahora me doy cuenta de que en el mercado actual es crucial ser un hombre orquesta.

En una sociedad en la que los blogueros y reporteros ciudadanos ganan importancia día a día, no tiene sentido ignorar la novedad. Es esencial entender cómo funcionan las nuevas tecnologías y utilizarlas correctamente, con la esperanza de que los lectores sean capaces de distinguir entre verdad y exageración, entre lo que es fiable y lo que no lo es.

Nos bombardean cada vez más con millones de fuentes de información, con noticias reales mezcladas con mentiras, con publicidad camuflada como información veraz y con una filosofía de monetización del clic que hace de las primeras tres palabras de un artículo toda su esencia. El futuro se me antoja un lugar difícil, tanto para los lectores, que tienen que saber distinguir entre lo que es una noticia y lo que no, como para los periodistas, que tienen que hacer malabares frente a la competencia no solo de sus colegas, sino también de los que vienen de otras profesiones, modelos y atletas incluidos.

(C) Luca Rovinalti

www.indexoncensorship.org

Luca Rovinalti tiene 27 años y es un periodista independiente italiano afincado en Praga (Chequia)

[CAPTION] ARRIBA: Unos periodistas trabajan con sus ordenadores durante una conferencia de prensa de Instagram en Nueva York

[PULLOUT] Ahora me doy cuenta de que en el mercado actual es crucial ser un hombre orquesta

Desde Sudáfrica

El periodismo de datos es la última frontera”

Para Athandiwe Saba, el periodismo de investigación tiene un futuro prometedor, siempre y cuando pueda arrebatarles información de interés público a las autoridades gubernamentales

Mi pasión por el periodismo está arraigada en la idea de que todo el mundo tiene derecho a acceder a la información, según expone el artículo 36 de la Constitución sudafricana: «Todo el mundo tiene derecho de acceso a cualquier información en posesión del Estado; así como a toda información que posea otra persona y sea necesaria para el ejercicio y protección de cualquier derecho».

Pero hoy en día, en nuestra joven democracia, los oficiales del Gobierno y la sociedad en general tratan ese derecho con condescendencia, lo menosprecian, le quitan importancia o directamente lo ignoran. En mi trabajo como periodista para el periódico dominical City Press, a menudo me topo con problemas cuando solicito información o comentarios por parte de las autoridades gubernamentales. El problema más reciente lo he tenido con una simple solicitud de los expedientes de todas las escuelas del país incluidas actualmente en el plan escolar de nutrición. Me he visto en la situación de tener que recurrir a citar derechos legales y recordarles a las autoridades que la información es pública. Meses después, aún sigo esperando.

Nuestro Gobierno democrático incluyó la libertad de información en la Constitución como reacción a la censura del apartheid, pero esa libertad sigue estando en peligro constante. El Proyecto de Ley de Protección de la Información del Estado, conocida como “ley del secreto”, es otro tema que lleva desde 2010 en disputa. La idea era regular la información del Estado, contraponiendo sus intereses a la transparencia y la libertad de expresión, pero no hay duda de que habría supuesto restricciones para los periodistas y derivado en sentencias de cárcel para reporteros y chivatos que revelasen información clasificada. El parlamento pasó el proyecto de ley en 2013, pero aún no la ha aprobado.

Mi mayor preocupación con respecto al futuro es el hecho de que, si a los periodistas les está costando tanto obtener información, ¿qué le queda al resto de la ciudadanía? Si las instituciones niegan el acceso a los expedientes escolares, ¿cómo va a poder un padre o una madre pedir esa misma información para defender los derechos de su hijo?

Es preocupante cuando los políticos y las autoridades hacen declaraciones irracionales, como cuando le piden a la gente que boicoteen ciertas publicaciones: el partido en el Gobierno, ANC, y su Liga Juvenil llevan dos años tratando de censurar los periódicos City Press y Mail & Guardian por separado por haber publicado material que consideran ofensivo contra el presidente o el partido. También se le ha oído hablar al director de nuestra difusora estatal sobre la distribución de carnets de periodista y otros métodos de control.

Mi pasión por el periodismo de datos —o periodismo asistido por ordenador— se avivó aún más tras asistir a una conferencia sobre el tema en la ciudad estadounidense de Baltimore. Me ha permitido pensar de forma más crítica sobre las cifras que manejan el Gobierno y las agencias no gubernamentales. La idea aún no ha calado fuerte entre las salas de redacción de Sudáfrica, pues creen que se gasta mucho tiempo en practicar este tipo de periodismo y se han recortado demasiados trabajos. Pero hay un rayo de esperanza. Uno de mis editores lo llamó nuestra “última frontera”, y en el último par de meses he recibido más apoyo en redacción para trabajar en artículos más centrados en datos.

Recuerdo que uno de los facilitadores en la conferencia de EE.UU. me dijo que tenía suerte de ser de un país en el que aún no había despegado el periodismo asistido por ordenador. Aquello me desconcertó. Después me di cuenta de que se refería al hecho de que exista tanta información aún sin explotar, montones de archivos de datos esperando a que aplique las habilidades que he adquirido.

(c) Athandiwe Saba

www.indexoncensorship.org

Athandiwe Saba tiene 26 años y es periodista de investigación y datos para City Press, un periódico dominical sudafricano

[CAPTION] IZQUIERDA: Manifestantes participan en una protesta contra el Proyecto de Ley de Protección de la Información en Ciudad del Cabo, 17 de septiembre de 2011

[PULLOUT] Se incluyó la libertad de información en la Constitución como reacción a la censura del apartheid, pero esa libertad sigue estando en peligro constante

Desde la India

“¿Qué tiene que hacer un periodista joven y con principios para sobrevivir?”

Bhanuj Kappal se muestra preocupado por la erosión de la integridad editorial de la India a manos de los propietarios de los medios de comunicación y las presiones que sufren los periodistas para acatar órdenes

Los periodistas de la India se sienten cada vez más aislados y asediados por los líderes políticos, el Gobierno, las hordas de trolls partisanos que plagan las secciones de comentarios de internet y las redes sociales, y hasta por las mismas empresas que los emplean.

Según la web de noticias Scroll.in, la subeditora de CNN-IBN, Sagarika Ghose, habría recibido instrucciones desde la dirección de su empresa matriz, Network 18, de no publicar tuits desdeñosos sobre el actual primer ministro indio, Narendra Modi. Ghose se negó a confirmar o desmentir el asunto al reportero de Scroll.in, pero sí declaró estar presenciando una tendencia preocupante hacia una celebración del partidismo mientras que «a los periodistas que ven al político como su adversario natural y lo cuestionan sistemáticamente se los culpa de parcialidad». Al tiempo de aquello, renunció.

Todo esto plantea una imagen bastante alarmante para los jóvenes periodistas como yo, según la cual los propietarios y directores de los medios de comunicación estarían desmantelando las ideas de independencia e integridad editorial. Y eso sin contar todos los artículos inéditos sobre acuerdos editoriales y prácticas poco éticas que salen en la conversación cada vez que los periodistas jóvenes se juntan para tomar algo.

Uno de mis antiguos compañeros de clase de la facultad de periodismo está tan desencantado con su experiencia en un popular canal indio de noticias en inglés que ha decidido abandonar el periodismo televisivo y pasarse a la prensa escrita.

«Publican antes un reportaje visual que uno de interés público», me contó. Otro, que trabajaba en una destacada revista en papel, ha decidido abandonar el periodismo del todo y volver al mundo académico. Como apuntaba en un editorial Hartosh Singh Bal, el editor político al que Open Magazine despidió hace poco, «Los periodistas que se incorporan a la profesión hoy en día, al haber sido despojados en gran medida del escudo protector de un buen editor, se ven obligados a hacer concesiones de cara a superiores y propietarios en una fase mucho más temprana de sus carreras».

Todo esto sume a los jóvenes periodistas en un dilema. ¿Te quedarías en una organización en la que peligra la independencia editorial? En plena sequía de empleos y con una escasez de medios de comunicación de fiar, ¿cómo puede sobrevivir un joven periodista al tiempo que mantiene su compromiso con el periodismo independiente y ético? Lo que es más importante: ¿qué pasa con el ideal del periodismo libre y crítico cuando se les está enseñando a los jóvenes periodistas, por medio de ejemplos en la vida pública, que el periodista defensor a ultranza de sus principios es el que se convierte rápidamente en un periodista en el paro?

Todas estas son preguntas importantes para el futuro del periodismo en un país en el que los medios se están transformando en algunos de los peores enemigos del debate público. A los jóvenes reporteros poco más les queda que mirar con desánimo cómo la generación que ya se ha labrado un nombre (y asegurado la jubilación) arrastran la profesión, y su futuro, por el barro. Entre eso y las dificultades tecnológicas y económicas a las que se enfrenta el periodismo hoy día a nivel global —la “streamificación” de las noticias, el “churnalism” o periodismo de copia-pega, la reducción del periodismo cultural a “contenido” o “listículos”—, me cuesta culpar a mi amigo por elegir la relativa seguridad de una carrera académica. El futuro es deprimente.

Pero los periodistas jóvenes no están totalmente indefensos. La respuesta de muchos de nosotros ha sido hacernos autónomos, renunciando a la seguridad económica a cambio de la libertad de elegir las historias que queremos contar y mantenernos fieles a nuestros principios éticos. Otros eligen trabajar en organizaciones informativas muy especializadas, pero independientes. Estamos formando redes informales de apoyo y compartiendo información, tanto en internet como en la vida real, guiándonos por el principio de que hacer llegar una historia a la gente es más importante que conseguir firmar en ciertos sitios o llevarse el mérito de una exclusiva.

Y por cada clon de Buzzfeed que surge, internet ofrece otros espacios en los que los temas que ignoran los medios mayoritarios reciben la atención y el análisis que se merecen. Webs como Scroll.in o Yahoo! Originals están dándoles a los jóvenes periodistas autónomos la oportunidad de crear el tipo de periodismo original e independiente que ha dejado de interesar a los medios tradicionales. Está todo en pañales y no es perfecto, pero es la única esperanza que nos queda de conseguir un periodismo indio que no se lo deba todo a intereses corporativos y políticos.

(c) Bhanuj Kappal

www.indexoncensorship.org

Bhanuj Kappal es un periodista independiente de 26 años afincado en Bombay. Es colaborador de varios medios, como el Sunday Guardian, Yahoo! India y QG India. Tiene un máster en periodismo internacional por la facultad de periodismo, medios de comunicación y estudios culturales de la Universidad de Cardiff.

Traducción de Arrate Hidalgo Sánchez

La generación que ya se ha labrado un nombre y asegurado la jubilación arrastran la profesión, y nuestro futuro, por el barro

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]